El lenguaje que usa para describir un vino comienza con sus propios pensamientos mientras lo prueba. Por lo tanto, el proceso de degustar un vino y el proceso de describirlo están entrelazados.
Aunque la cata de vinos implica examinar el vino visualmente y olerlo además de probarlo, esos dos primeros pasos son muy sencillos en comparación con el tercero. Cuando el vino está en la boca, las múltiples sensaciones gustativas (sabores, textura, cuerpo, dulzor o sequedad, acidez, tanino, equilibrio, duración) ocurren prácticamente todas a la vez. Para darle sentido a la información que recibe del vino, debe imponer cierto orden a esas impresiones.
Una forma de organizar las impresiones que le envía un vino es clasificar esas impresiones según la naturaleza del "sabor":
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Los aromas del vino (todos los sabores que hueles en la boca)
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La estructura del vino (su composición de alcohol / dulzor / ácido / tanino, es decir, sus gustos básicos, los ladrillos y el mortero del vino, por así decirlo)
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La textura del vino (los datos táctiles, cómo se siente el vino en la boca; la textura es una función de los componentes estructurales del vino: un vino blanco alto en ácido, seco y bajo en alcohol puede sentirse delgado o agudo, por ejemplo, mientras que un vino alcohol, el vino tinto con tanino moderado puede sentirse suave y sedoso)
Otra forma de organizar las impresiones que te envía un vino es mediante la secuencia de tus impresiones. Las palabras que usan los catadores para describir la secuencia son
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Ataque: La primera impresión del vino, que puede implicar dulzor, sequedad, riqueza o finura de textura, o incluso afrutado (aunque la mayoría de los sabores del vino se registran momentos después).
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Evolución: La evolución del vino en boca. Puedes pensar en esta etapa en dos partes:
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La impresión en el paladar medio, una fase en la que se tiende a notar la acidez del vino, quizás se tenga una primera impresión de su tanino (en los vinos tintos) y se note sus sabores y su intensidad.
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La impresión del paladar posterior, que implica la persistencia de que los sabores del vino tienen (o no tienen) a lo largo de la boca, la cantidad y la naturaleza de los taninos del vino, y cualquier indicio de una sensación de ardor por un exceso de alcohol.
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Final o regusto: Sabores o impresiones que se registran después de que el vino ha sido escupido o tragado. Destacan tanto la duración del retrogusto como su naturaleza. (Un final largo es recomendable, por ejemplo, y uno amargo no lo es). Una sugerencia de carácter frutal concentrado en el final a menudo indica que un vino es digno de añejamiento.